Dos señoras, intervalo desconocido de edad, recogidas por la definición de marujas que todo el mundo conoce y acepta en detrimento de lo recogido por la RAE. Conversando, durante un trayecto de autobús, sobre temas éticos y morales, en unos estándares altos con gran vocabulario y excelsos dimes y diretes con los que sazonar una exquisita argumentación sobre la vida misma. Pero no permitáis que mi prosa os confunda con su arcaica voz, dejadme que os las transcriba. Durante la narración de la misma, agregar a gusto del consumidor gestos y poses tradicionales de esta sección de las tribus humanas:
-Ya no hay mozos como los de antes.
-No lo sabes tú bien.
-Antes los mozos salían sanos, fuertotes... Unos machotes eran lo que eran. Y ahora... Bah, nada más que debiluchos.
-Ya ves. Mi padre, que en paz descanse, conquistó a mi madre con una competición de lucha entre varios pretendientes.
-Aquellos eran buenos tiempos... De verdad, ya no hay nada que merezca la pena.
-Qué va, qué va... De vez en cuando alguno. Antes los había a patadas... Ahora...
-Con lo romántico que era saber que tenías a un buen maromo a tu lado, que te protegiera...
En ese momento, un niño que está sentado en la misma fila pero en la columna de la derecha comienza a hablar con su madre, captando la atención de las encantadoras señoras.
-Mira a ese mozuelo, qué mono... Debe tener la edad de mi Diego, hijo de mi Paco.
-Parece todo un hombretón. Y mira, mira. Tiene cromos ahí dentro, de los de fútbol. ¿Te acuerdas de ellos?
-Cómo no me voy a acordar. Mi Paco de pequeño mataba por completar la colección. Qué recuerdos me trae... Menos mal que todavía quedan hombres decentes...
El niño prosigue, haciendo caso omiso a la conversación de al lado:
-Mama, ¿quieres que te diga lo que tengo en la colección?
-Claro, hijo. Toma, ábrelo.
-Esta es Ghoulia, esta es Frankie Stein, este es Deuce, esta es Draculaura, esta es...
Sobres de Monster High. La cara de estupefación de las señoras se ve interrumpida por mi sonora carcajada.
domingo, 25 de diciembre de 2016
sábado, 26 de noviembre de 2016
Chimenea
Érase un salón con una chimenea. Érase un chico sentado en un sofá mientras la contemplaba. Érase una fría tarde de invierno.
La chimenea no tenía nada de particular ni distintiva. El tamaño justo para caldear toda la habitación. Pero sí había algo que llamaba la atención: el fuego que crepitaba en ella se estaba extinguiendo, bajo la atenta mirada del chico.
Javier, compañero de piso de aquel chaval se quedó pensativo mientras contemplaba la escena.
-Estoy harto de ser yo quien tenga que echar leña.
-Estoy harto de tener que ser yo quien se encargue de ella para, cuando me alejo unos segundos, perder toda fuerza y apagarse.
-¿Sabes qué? Dijo por última vez el chico. -Que le den. No pienso hacer nada.
Nada hizo aquel chaval. Nada hizo aquella chimenea. Y sin más, al poco rato lo poco que quedaba se apagó.
Entre las cenizas de aquel fuego una nota quedaba visible:
La chimenea no tenía nada de particular ni distintiva. El tamaño justo para caldear toda la habitación. Pero sí había algo que llamaba la atención: el fuego que crepitaba en ella se estaba extinguiendo, bajo la atenta mirada del chico.
Javier, compañero de piso de aquel chaval se quedó pensativo mientras contemplaba la escena.
-¿No piensas echar más leña al fuego?
El chico siguió mirando aquella decadente lumbre.
-¿Para qué?¿Qué ha hecho ella por mi? Solo me calentó unas horas para luego desaparecer.
Javier se quedó anonadado ante la respuesta de su amigo.
Javier se quedó anonadado ante la respuesta de su amigo.
-Pero, ¿qué demonios esperas que haga una chimenea?
En esta ocasión sí que giró la cabeza hacia Javier, su mirada denotaba una mezcla de tristeza y desidia.
En esta ocasión sí que giró la cabeza hacia Javier, su mirada denotaba una mezcla de tristeza y desidia.
-Estoy harto de ser yo quien tenga que echar leña.
-Estoy harto de tener que ser yo quien se encargue de ella para, cuando me alejo unos segundos, perder toda fuerza y apagarse.
-¿Sabes qué? Dijo por última vez el chico. -Que le den. No pienso hacer nada.
Nada hizo aquel chaval. Nada hizo aquella chimenea. Y sin más, al poco rato lo poco que quedaba se apagó.
Entre las cenizas de aquel fuego una nota quedaba visible:
¿Por qué iniciamos juntos este fuego si no tenías intención de verlo arder?
Publicado originalmente el 10 de octubre de 2015 en Twitter
domingo, 6 de noviembre de 2016
Identidad
“Oh, joven. Tú que puedes, disfruta de tu vida. Siéntela,
ámala, vívela. No hagas como yo, que en ocasiones no pude, y en ocasiones no
quise.”
Con estas palabras siempre me recibe mi abuelo. No es mala
persona, aunque supongo que en parte su carácter se debe a que vivió tiempos
que en ocasiones desearía olvidar.
Quizás dichas palabras os suenen vacías y carentes de
significado, y optéis por ignorarlas o no darles la importancia que se merecen.
Quizá incluso jamás lleguéis a comprender qué quiere decirme con eso. No
obstante, os propongo que intentéis comprender un hecho que me dejó fascinado.
A lo largo y ancho de mis viajes (afortunado, diréis) he
conocido a gente muy diversa. Gente que quiso conocerme, gente que no lo quiso
hacer y gente que creyó conocerme, pero en realidad solo era un döppelganger,
una sombra de mi identidad.
Como decía, en una ocasión llegué a conocer a un joven de mi
edad (más o menos) que me miraba fijamente cada vez que hacía algo de lo que yo
no me sentía orgulloso. Cada vez que ignoraba un problema que me afectaba, o
decidía evadirme de ciertos asuntos, allí estaba con su inquisitiva mirada. No
juzgaba, solo observaba.
También, sin embargo, me sonreía cuando hacía las cosas
bien. Sonreía cuando entregaba un trabajo a tiempo, cuando le dedicaba un rato
a mi familia, etc. Se podría decir que, en cierta manera, velaba por mí.
Un día me acerqué y le pregunté el motivo de sus acciones. Y
él, con una sonrisa sincera me respondió:
“Es mi deber, ¿no crees?”
Supongo que mi abuelo conoció a esta persona tarde. O si en
su momento la llegó a conocer, simplemente lo catalogó como perfecto
desconocido y nunca pasó de ahí.
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Ayer me acerqué a la residencia del joven y puedo asegurar
que la estancia era, cuanto menos, peculiar. Pese a la ingente cantidad de
muebles que poblaban su hogar y al reducido tamaño que ésta aparentaba tener
desde fuera, todavía quedaba espacio para unos cuantos más. Yo suelo reciclar
muebles, por lo que siempre que necesito uno primero me paso por su casa.
Por lo general, cuando necesitaba algo primero me pasaba por
allí a ver si disponía de ello. Si no, tenía que recorrer una gran distancia
para poder hacerme con lo que requería.
Sin embargo, si bien es cierto que él vivía allí, a veces ni
él mismo era capaz de recordar dónde había puesto cada cosa, por lo que acababa
yéndome para a las pocas horas recibir una llamada avisándome de que ya lo
había encontrado (a veces un poco tarde para mi gusto), lo que me traía de
cabeza.
Por mi parte, (no os penséis que era una relación
unidireccional) cuando buenamente podía le llevaba nuevos muebles, cosa que él
agradecía (aunque no siempre se quedaba con todo). Era un poco selectivo, por
lo que solo se quedaba con lo que más le gustaba o con lo que en ese momento le
hacía falta.
Un poco caprichoso, no nos vayamos a engañar.
Mi abuelo decía que la casa de este tipo estaba siempre a
rebosar, y eso que era muy joven. Yo creo que no se es demasiado joven para
acumular cosas.
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Perdonad que me haya extendido en exceso, pero quiero
haceros notar un último detalle: en ningún momento he mencionado el nombre del
joven ni del abuelo, algo que quizás os haya parecido natural o quizás no.
No obstante, estoy seguro de que vosotros conocéis también a
un joven como el que yo describo, y seguramente también hayáis oído hablar de
mi abuelo.
Y esos detalles comunes que nos unen en este punto es lo que
se conoce como identidad.
Basado en una idea original propia fechada a finales de junio de 2012
jueves, 1 de septiembre de 2016
Distancias
¿Qué es la distancia sino un puñado de metros que nos separan? Un cúmulo de tierra que se dispersa por el infinito, aire que circula vacío.
No, la distancia es algo más. Una sensación, un paradigma de toda mente. No importa cuán lejos estemos, pues sabes que algo nos diluye.
Futiles son las excusas o las promesas que utilicemos para rellenar ese agujero negro, siempre nos absorberá. Por insignificante que este sea, por atractivo que resulte.
Y al final, el vacío, la tierra, el agujero, la pesadez. Todo irá en nuestra contra. Hasta que ya no haya distancias. Porque no habrá destino.
Y entonces, te preguntarás: ¿por qué no seguí nadando a contracorriente, luchando por sobrevivir a esta distancia que tanto me corroe?
La distancia es solo algo psíquico. Una fría unidad métrica. Y cuando llegue la hora, dejarás de hablarme. Desaparecerás.
No, la distancia es algo más. Una sensación, un paradigma de toda mente. No importa cuán lejos estemos, pues sabes que algo nos diluye.
Futiles son las excusas o las promesas que utilicemos para rellenar ese agujero negro, siempre nos absorberá. Por insignificante que este sea, por atractivo que resulte.
Y al final, el vacío, la tierra, el agujero, la pesadez. Todo irá en nuestra contra. Hasta que ya no haya distancias. Porque no habrá destino.
Y entonces, te preguntarás: ¿por qué no seguí nadando a contracorriente, luchando por sobrevivir a esta distancia que tanto me corroe?
La distancia es solo algo psíquico. Una fría unidad métrica. Y cuando llegue la hora, dejarás de hablarme. Desaparecerás.
Como ese vacío que ahora siento yo sin ti.
Publicado originalmente el 23 de marzo de 2015 en Twitter.
Prometo
Prometo romper todas y cada una de las promesas que te haga.
Prometo hacerte creer cosas que no son verdad.
Prometo obligarte a hacer cosas por mi.
Prometo llevarte al otro lado del arcoíris para que descubras que no hay un caldero con oro, sino el más profundo de los abismos.
Prometo hacer cosas que no creerás, cosas que incluso yo mismo no creeré.
Prometo dártelo todo, así como quitártelo después.
Prometo dejar de hablarte.
Prometo cumplir todos y cada uno de aquellos clichés que tanto odiabas, con el objetivo último de decirte:
Prometo que tal y como vine,
me iré.
Prometo hacerte creer cosas que no son verdad.
Prometo obligarte a hacer cosas por mi.
Prometo llevarte al otro lado del arcoíris para que descubras que no hay un caldero con oro, sino el más profundo de los abismos.
Prometo hacer cosas que no creerás, cosas que incluso yo mismo no creeré.
Prometo dártelo todo, así como quitártelo después.
Prometo dejar de hablarte.
Prometo cumplir todos y cada uno de aquellos clichés que tanto odiabas, con el objetivo último de decirte:
Prometo que tal y como vine,
me iré.
Publicado originalmente en Twitter el 15 de marzo de 2015
sábado, 23 de julio de 2016
29 de diciembre
Que levante la mano quien haya planeado hacer algo y le haya
salido tal y como había diseñado.
A las dos personas que lo habéis hecho, bajadlas, no seáis
embusteras.
En los 19 años que llevo en este mundo, nunca jamás de los
jamases, por mucho tiempo y/o esfuerzo que le haya dedicado a algo, ha salido
tal y como planeaba.
Algunos pensaréis que todo todo, no, pero que algunas cosas
sí. Que al menos lo fundamental sí sucede. Y a veces es bueno que las cosas no
salgan como planeas, eso sin duda.
Por ejemplo, un amigo, hace muchos años, me invitó, junto
con varios colegas suyos, a una casa que tenía por un monte. Mi plan era muy
sencillo: disfrutar de un ambiente cálido y juvenil, pasar la tarde y,
finalmente, regresar a casa tranquilamente.
Ese día aprendí dos cosas: que la prohibición de beber
alcohol hasta tener 18 años la cumple el tato y yo, y que descender cual cabra
por mitad del monte, con barrancos y desniveles hasta el suelo es bastante
divertido.
Sin embargo, mi intención hoy no era limitarse a los planes,
sino a otra cosa mucho más importante. Sueños y esperanzas. Dicen que la vida
es sueño y que la esperanza es lo último que se pierde. Permítanme discrepar.
Los sueños, y más concretamente la meta que tienen los
humanos para seguir por la vida, son simplemente un incentivo para no tirarse
por la ventana con el aburrido devenir de los días. Cuando hablo con la gente,
veo que tienen sueños y ambiciones, anhelan realizar tal o cual cosa. Y parecen
felices de perseguir los suyos.
Yo también tengo sueños. Miento. Tengo un sueño. Uno. Por
obligación, no sea que deje de ser humano si no lo tengo. Y me comparo con
ellos y pienso “¿Realmente es este mi sueño? ¿Mi motivación para seguir
adelante? No veo ese interés que parecen mostrar los demás en sus sueños en mí.”
Pero esto es claro: tenemos dudas. La incertidumbre, lo
desconocido, el miedo, todo eso que monta nuestro cerebro para que no nos
parezca buena idea tirarse por la ventana, por las risas. De la misma forma hay
algo que hace que persigamos nuestros sueños: la esperanza.
Esperanza. Qué bonito. Vámonos a la RAE.
“Valor medio de una variable aleatoria o de una distribución
de probabilidad”.
Pero esa no es la acepción que buscábamos, ¿no? ¿O tal vez
sí? El motor que impulsa nuestros deseos (que suelen ser aleatorios, o
distribuidos en un rango según nuestras probabilidades) es un simple valor
medio de lo que queremos que ocurra. Qué cosas digo.
“Estado de ánimo cuando se presenta como alcanzable lo que
se desea”.
Esa es la esperanza que todos conocemos. Cuando tenemos algo
en la punta de los dedos, casi lo podemos tocar, y sentimos un ardor en nuestro
interior. Esa es la ilusión, la esperanza.
Qué bonito ver tu sueño a unos pasos de cumplirse.
Qué bonito es ver como falta un último paso final y todo
habrá merecido la pena.
Qué bonito ver como todo lo que deseabas, hasta ese momento,
comienza a romperse en pequeños fragmentos. No sabes cómo ha ocurrido, no sabes
qué ha salido mal. Lo único que sabes es que se acabó. Fin. A por otra cosa,
mariposa. La vida no quiere que sigas por aquí.
Y esa esperanza se convierte en otra cosa. En tristeza, en
odio, en rabia, en asco, en desinterés. Lo de la ventana tampoco pintaba tan
mal. Estamos en la otra cara de la moneda: la desesperación.
¿Por qué tiene que salir la vida así? A veces veo como los
sueños de la gente son destrozados sin ningún pudor. Oh, ¿tenías ilusión por
estudiar aquí? Pues mira, ahí tienes la puerta, bienvenido a la vida real. Oh,
¿pensabas pasar unas Navidades especiales? Próxima estación: Golpe de Realidad.
Anda, ¿crees que estudiando mucho aprobarás ese examen? ¡Pero si tienes como
profesor a Mr. Septiembre!
¿Y a quién nos quejamos? ¿A nuestra suerte? ¿A los otros? ¿A
Dios? A nadie. Y entonces pueden pasar dos cosas. Vuelves a levantarte o te
quedas en el suelo.
La vida es sueño, pero no sabemos si sueños buenos o
pesadillas.
La esperanza es lo último que se pierde. Esto que dicen es
mentira.
Lo último que se pierde es la vida.
Podría haber llamado a este compendio de ideas y
pensamientos de cualquier otra forma, pero no. Tuvo que ser “29 de diciembre”.
El día en el que uno de mis planes para alcanzar mi sueño se fue a pique y perdí
toda esperanza.
Pero me he levantado. Creo. ¿No era la aceptación una de las
fases de… eso… de psicología…?
Y entonces pensaréis. ¿Qué clase de persona escribe algo
así? Yo os lo digo: alguien demasiado fantasioso que se aferra a sus sueños
cuando sabe que se acabarán yendo a pique. Pero, en cualquier caso, jamás
dejaré de creer en ellos. Por muchos desencuentros que acabe teniendo, por
mucho fracaso que acabe cosechando.
Y luego me dicen pesimista.
viernes, 17 de junio de 2016
Pretérito perfecto simple
El día más feliz de mi vida hubo flores, hubo mariquitas, hubo paz.
El día más feliz de mi vida hubo mar, hubo tierra, hubo aire, hubo amor.
El día más feliz de mi vida hubo caricias, hubo miradas, hubo tiempo, hubo alegría.
El día más feliz de mi vida hubo amigos, hubo parejas, hubo solteros, hube yo.
El día más feliz de mi vida hubo unicornios, hubo paquidermos, hubo el puñetero profesor de ética que a nadie preparó para esto.
El presunto día más feliz de mi vida hubo dudas, hubo tristeza, hubo cansancio, hubo mentiras.
The admittedly not happiest day in my life was full of confusion, uncertainty, disorder, missing words.
El jodido y más puñeteramente feliz de mi vida hubo cosas, ¿y a quién puñetas le importa lo que hubo? ¡Hubo! ¡Hubo y no es, por lo tanto, fue! ¿O quizás nunca hubo y no hay que pudiera haber que no fuera al no haber sido?
En el pretérito perfecto simple de mi vida había cosas. Cosas bonitas, cosas feas, cosas regulares, cosas normales.
Ya no queda nada. Menos mal que todo lo anterior fue mentira.
Pero habrá un día que supere a ese. Y otro. Y otro.
El día más feliz de mi vida habrá cosas, habrá alegría, habrá presente, habrá futuro.
Y será pluscuamperfecto.
sábado, 7 de mayo de 2016
Cliché
A veces pienso. A veces razono sobre lo que pienso. A veces
hago cosas en función de lo que he razonado sobre mis pensamientos. A veces no
hago nada.
No recuerdo en qué estaba pensando, no recuerdo qué pasaba
en mi cabeza cuando un sonido a golpe seco me sacó de mis ensimismamientos.
Volví a la realidad que acostumbro a evadir, sobresaltado,
mientras contemplaba pasar varios olivos por la ventana, aquellos que veía
todos los días de camino a la facultad.
Varias personas se asomaban desde sus asientos a la zona baja
del autobús, comprobando una situación que se me escapaba, debido a que me
impedían ver.
“¿Has visto eso? Pa’ habernos matao”
“¿Estará bien? ¿Qué le ha pasado?”
“¿Es necesario que pare, o que llame a una ambulancia?” oí
decir al conductor.
Mientras intentaba organizar y procesar la información que
me llegaba, no pude evitar iniciar un peculiar hilo de pensamiento. ¿No os
habéis preguntado nunca por qué a veces las cosas, por muy al borde del abismo
que estén, nunca se caen?
No importa lo que pase, no importa lo que ocurra, no caen.
Tienes que tirarlas tú, ser el responsable de desencadenar la acción. Es como
en un videojuego, esperando a que pulses una tecla para que salte tu personaje.
Cuando conseguí que se apartaran de mi campo de visión, la
vi.
Una joven yacía inmóvil en mitad del pasillo del autobús.
“Pero, ¿qué te crees que eres, un médico?” oí increpar a un
niño que había estado moviéndose continuamente de una punta del vehículo a la
otra.
‘¿Hay algún médico en la sala?’ una frase que todo el mundo
habrá oído decir, seguramente en una ficción, se me pasó por la cabeza. Pero
mis imágenes no eran de actores interpretando, sino una escena mucho más real,
más vívida.
Un monaguillo desmayándose en mitad de la homilía, una chica
que se desplomaba durante una prueba de resistencia en educación física, y
ahora una joven que perdía el conocimiento en el autobús.
Sin embargo, a veces surgen cosas de improvisto, que pueden
hacer que cambie tu percepción de la realidad. Nunca tirarán las cosas por ti,
pero a veces te ayudarán a darte cuenta que no todo es tan complicado o tan
difícil como te puedes plantear.
O eso me digo, una y otra vez, con tal de convencerme de
algo que ni siquiera yo sé con certeza.
Resulta que sí que había un médico en la sala. Dicen que la
ficción no podrá superar jamás a la realidad, pero esto me parece a mí un muy
manido cliché.
Esperad... ¿puede considerarse algo que sucede en la vida
real un cliché?
Si es así… Soy un cliché con patas repitiendo todos los tópicos
de un adolescente enamorado. Supongo.
sábado, 2 de abril de 2016
Xela
-No lo sé. Ya lo veremos.
Me pregunta la señora.
-¿Volverás en algún momento?
-Sí. Desde luego, ha sido todo un
placer haber conocido a mi amigo.
De nuevo el señor.
-¿Y qué? ¿Ha merecido la pena
venir?
No suelo ser monosílabo. Los que me conocen saben que, si la
ocasión lo requiere, pueden estar oyéndome hablar hasta que les canso.
Afortunadamente, nunca les he hartado. Al menos, no por hablar.
-Sí.
Esta vez hablaba el conductor, un
hombre de cierta edad que, al parecer, era el actual amante de la señora. Un
romántico de manual. De todas formas, no soy quién para meterme con él, puesto
que había tenido la decencia de despertarse bien temprano para llevarme a la
estación.
-¿Y qué tal la chica, eh? ¿La
viste?
-Bien, ha estado bien. La comida
estaba bastante buena.
Alguien me hablaba. La copiloto
del coche en el que me encontraba. Una señora joven que pese a todo, ya tenía ojih
nu de casi mi edad.
-¿Qué te ha parecido?
Ejaiv le òbaca odnauc.
-No me digas eso. ¿Pero cómo es posible?
-Me… ha dejado. Por otro. No lo entiendo. Por eso lo de antes.
-Oye, ¿te ocurre algo? Te veo… No sé, distante.
-Eh… No sé… Esta pizza mismo.
Arabaca odot euq ed sèupsed.
-Eh, no, por mí no te preocupes, de verdad. Podemos irnos ya.
-Ah, ¿no puede ser después? Es que ahora mismo ogima im está con
una amiga y…
-Je. Dicen que todos tienen derecho a ser egoísta al menos una vez
en su vida. Tú has decidido hacerlo ahora.
-Lo siento.
-No… No lo entiendo.
-¡Anda, calla! Ja, ja. Bueno, nos vemos luego, ¿no?
- Ah, claro. Perdona ¡Disfruta de tu día a solas!
-Esto… Bueno… Je, je…
Níram ne aíd omitlu le.
-¡Mándale una foto a tu familia! ¡Para que les dé envidia!
-Vaya, estñem pulmpo estñá de muerste.
-Yo la verdad es que lo tengo aborrecido.
-Ah, ¿tú no comes pulpo?
-¡He…. llegado! ¡Estoy…. vivo!
-Anda, que tampoco ha sido para tanto.
-Mira, ¡un Coviran! Qué cosas.
-Oj, qué asco. ¿Pero cómo te puede gustar esto?
-Mira, esta parte está muy bien.
-Oh, ¿en serio? ¿De verdad me quieres hacer ver eso?
-¿Conoces Boku no pico?
Ueub ed asac al ne.
“Entonces está todo decidido. ¡Nos vemos en un par de días!”
“Perfecto. ¡Será la mejor Navidad de todas!”
“Menos mal que se ha ofrecido.”
“Ah, no te preocupes, te puedes quedar en la casa de
“¿Alex? Pero si no me conoce… Ni yo le conozco a él.
¿Quién es?”
No importa cuántas veces retroceda en el tiempo, cuántas heridas
pueda vislumbrar a lo largo de mis recuerdos, cuánta tristeza me produzca
aquello.
Siempre diré que de aquello me llevé algo que jamás olvidaré.
Un pulpo a la gallega que estaba de muerte.
Ah, y a Alex.
martes, 22 de marzo de 2016
Velada
Dedicada a Chary, por llevar ya dos décadas dando por culo, por todas las veces que lee mis relatos, y tantas o más veces que me recuerda las faltas que cometo.
Heste relato esta rrepleto de eyas. De berdad.
Pequeños copos caen en esta tarde de marzo, y no puedo
evitar pensar en ti. Diamantes blancos que me recuerdan a tu dulce pero frío
tacto y a tu hermosa, aunque frágil figura.
Una tenue melodía se intuye en el ambiente, dulce y suave
como tu armoniosa voz. ¿Te acuerdas de aquellas promesas que nos susurrábamos
al oído mientras nos besábamos hasta el amanecer?
Juré hacerte eterna, que te llevaría al altar. Te traería
las más bellas flores que jamás pudieras encontrar. Prometí, ante todos los
astros, que nada podría separarnos, que morirías junto a mí, que te haría
inmortal.
¡In crescendo! La melodía sube de tono como nuestras noches
en la cama disfrutando de nuestra pasión. ”El amor es placentero”, me decías,
pero también es fatal. Una daga clavada en el pecho que no te puedes quitar.
Forcejeas con ella, pero a veces es mejor, pues sufrir es estar vivo, o al
menos eso pienso yo.
¡Adagio, fortissimo, truenos sin cesar! De la nieve pasó a
la tormenta sin que lo puedas remediar. ¿Dónde está la pasión que juramos
conservar? ¿Qué fue de esa bella melodía que antes podía escuchar? ¿Quién
demonios ha usurpado su lugar?
¡QUÉ ALGUIEN APAGUE ESA PUTA MÚSICA O LA ACABARÉ APAGANDO
YO!
Ah, ah, ah, ah, ah. Se hizo el silencio. Estoy exhausto,
cansado de tan insufrible pesar. No pensaba que todo fuese a ser tan literal. Y
es que, aun así, fui fiel a mi promesa y en ningún momento te mentí.
Un grupo de agentes de
policía armados entraron en un pequeño apartamento a las afueras de la ciudad,
habiendo sido alertados por las llamadas de los vecinos. Al llegar al lugar de
los hechos localizan el cuerpo sin vida de una joven, de 23 años, tirada en la
alfombra, al lado de un gramófono.
Junto a ella yacía
débil, pero con vida, un joven de 24 años, que se desangraba por los múltiples
cortes que se había practicado.
La autopsia reveló que
la joven murió de una puñalada al pecho, en torno a las tres y media de la
tarde de hoy. Todos los indicios parecían indicar que fue asesinada con el
mismo cuchillo con el que se había herido el joven.
Según la información
que nos proporcionaron los testigos, ambos eran en la actualidad pareja, y la
policía considera el incidente como un caso más de violencia de género. Los
vecinos no son capaces de explicar cómo pudo suceder todo esto “Eran una pareja
feliz, que se querían mucho. Jamás hubiésemos podido imaginar que esto
sucedería.”
Ni ella tampoco. ¿O quizás sí?
sábado, 19 de marzo de 2016
Perseverancia
¿Alguna vez os habéis preguntado si sois vosotros los que
tejéis la historia de vuestra vida, o hay algo o alguien superior a vosotros
que se encarga de urdirla, de manejaros como una marioneta?
Yo no sé cuál de las dos es cierta, pero si es la segunda,
mi guionista debe tener un pésimo sentido del humor.
Pero pésimo, pésimo.
Ayer, víspera del día del padre, fui a Granada a
comprar el regalo al mío. Puesto que quería ir con calma, salí de mi casa
para coger el autobús de las 16:40 para después volver en el de las 19:00. Sí.
Un lapso de dos horas. Dos.
Cuando quedaban 40 minutos para las siete, decidí pasarme por
mi librería favorita para comprar las novedades que me interesaban y, tal y
como decía su dueño “Perdonad las molestias, ojalá todos los días fuesen así e
iba a ir a trabajar el tato, pero esto es una eventualidad.”
Lenguaje de plata, he visto metros cuadrados en China con
más espacio que la librería ayer.
Salí despedido cuando apenas restaban 12 minutos y, previendo mis limitaciones para recorrerme media Granada corriendo, consideré necesario aproximarme a la parada del LAC más cercana, con tal mala suerte que el semáforo
estaba en rojo y media Granada tuvo a bien circular por esa parte de la
carretera.
Incluido el autobús LAC que tenía pensado coger.
Lo perdí, pero siendo consciente de que pasan cada pocos
minutos, me senté a esperar. Miré la pantalla que indica el tiempo que falta para
el siguiente. 9 minutos, justo lo que me quedaba para coger el que me llevaría a casa.
Mierda.
Salí corriendo Reyes Católicos arriba como si no hubiera un
mañana, intentado pasar por los laberintos que formaban los viandantes al
disponerse por la acera, y finalmente llegué al principio de Gran Vía,
aprovechando el semáforo en rojo para descansar. Pero no soy el único que
también llegó.
Sí. ¡VIVA LA ROBER Y SU SISTEMA INFORMÁTICO!
Afortunadamente (o eso creía yo), se puso en verde y pude llegar a
tiempo para alcanzar la parada y poder cogerlo… o lo hubiese cogido, de
no haber salido de la nada dos granadinos de una heladería cercana que, al
ponerse a cancelar su tarjeta, los muy campeones no tenían ni puñetera idea
de cómo hacerlo.
Sí, señores. Vi con impotencia cómo el autobús se marchaba
sin poder hacer yo nada. Qué risa, María Luisa.
Emprendí con apenas 4 minutos restantes una carrera que yo
sabía perdida por Gran Vía con la esperanza de poder llegar a mi destino a
tiempo, pero durante todo el trayecto tuve la sensación de que el destino, si
es que existe, no quería que llegase puntual a mi cita.
Pillaba todos los semáforos en rojo, con una ingente
cantidad de coches que salían de calles que nunca eran transitadas, en las
bocacalles que no había semáforos se entrecruzaban entre sí los vehículos, se
quedaban mal aparcados, en fin, ¿qué os voy a contar?
Llegué al final de la calle exhausto, y tarde. Técnicamente
debería haber perdido el autobús, pero milagrosamente, aun habiendo llegado a
las 19:03, aquel vehículo todavía no había hecho acto de aparición.
Pude llegar a casa en el autobús de las siete, y todavía
sigo explicándome por qué. ¿Qué sentido tiene que me putearan de esa forma si
al final iba a lograr mi objetivo?
En el viaje de vuelta pensé en ello. Pensé en cómo cuando quieres
lograr un objetivo, a veces la vida te pone trabas, impedimentos que hacen de
tu camino más difícil.
A veces, es posible que quieras tomar atajos o pedir ayuda,
pero no es tan fácil conseguirla, y a veces, si no insistes lo suficiente
puedes que pierdas algo que ya tenías en bandeja.
Finalmente, la perseverancia y la constancia hacen que
logres incluso lo que ya dabas por perdido.
Aunque sea gracias a la incompetencia de los horarios de
autobuses, algo de lo que nunca me quejaré… menos cuando llegue pronto.
No sé si existe un guionista, o somos los dueños de nuestras
acciones. Habrá quien opine que todo fue un cúmulo de casualidades que se
tornaron en tal divertida (de puertas a fuera) experiencia, o si había alguien
que escribió esto para mí.
¿Honestamente?
Pienso cogerle el manuscrito, plegarlo, y cuando tenga forma
de cilindro, introducírselo por el
Cuando la vida te da limones, dicen que hagas limonada. Yo prefiero
hacer relatos.
sábado, 5 de marzo de 2016
Familia Feliz
Me hallo absorto mirando una puerta abierta, contemplando su
interior, un interior hasta ahora para mi desconocido. Mis ojos de niño no
pueden evitar curiosear, aunque sea solo con la mirada.
- ¡Pasa, pasa! – me dice su propietaria, una mujer que
conozco de haberla visto varias veces. Mi vecina, la del piso de abajo.
En principio no tenía intención de entrar, simplemente había
ido en busca de un amigo que no estaba, y al emprender mi regreso a casa
descubrí que la puerta estaba abierta. Y entré, claro que entré.
Era la primera vez que accedía a su domicilio, y aunque me
dominaba una sensación de incomodidad ante lo desconocido y, por qué no, ante
los muchos animales que poblaban la casa, acercarme a jugar con una de las
hijas de los vecinos me ayudó bastante a calmarme.
Eran dos hermanas, una de mi edad y otra un poco menor.
Cuando entré a su habitación, había un gran cartel de luces de neón que ponía “HABITACIÓN
DE CHICAS”, metafóricamente hablando. Muñecas, rosa, vestidos… Hasta estaba
viendo en la tele una película de Barbie (las cuales he visto hasta la saciedad
gracias a mi hermana).
Estuvimos hablando del cole, hicimos dibujos, esas cosas que
hacía con mi amigo del piso de arriba, pero abajo. Cuando volvió la madre, me
comentó que les había dicho a mis padres que me encontraba aquí (recordad que
en un principio iba a casa de un amigo), y que no tenía que preocuparme de
nada. Finalmente, nos dio un huevo Kinder a cada uno y disfrutamos un poco más,
hasta que subí arriba (con su correspondiente regañina).
Solo los conocía de haberlos visto por los pasillos de mi
bloque, pero por la impresión que me llevé aquel día (que, curiosamente, fue el
único en el que entré en su piso) pensé para mis adentros que aquella era, sin
duda alguna, una familia feliz.
Tabaco, alcohol, drogas, borrachos, peleas, gritos, palizas,
amenazas, policía, crimen, arresto, fallecimiento, huérfanas, sustitución,
repetición, locura, protectora de animales, protectora de niños….
-Gerardo, ¿se puede saber qué puñetas haces mirando al
vacío?
-Eh, ¿qué? Ah. ¡Oh! Estaba… pensando en mis cosas.
Miro a mi alrededor. Estoy en un restaurante chino, con mi
familia, a la que, con sus más y sus menos, tanto aprecio. Me llevo bien con mi
familia, sí. Pero sé que hay gente que no la soporta, que no es capaz de
convivir con la suya.
Una familia es algo que se te da de nacimiento, no puedes
elegirlo. Y a veces, las opiniones de sus integrantes chocan entre sí haciendo
la convivencia imposible. Rechazo de la ideología política, social, religiosa,
sexual o de género. ¿Cuántas personas conozco cuyos padres no aceptan lo que
sus hijos quieren, con la excusa de…
-Entonces, ¿qué? ¿Lo pedimos o no?
-Eh, ¿Cómo? ¿Lo qué? – pregunto.
En mi mano izquierda sostengo el menú del restaurante, y con
la derecha mi dedo índice apunta a un plato concreto de la carta. “Familia
Feliz”
No lo pidáis, está asqueroso.
sábado, 27 de febrero de 2016
42
Seguro que os lo he contado alguna vez, pero me encanta quedarme absorto mirando por la ventana, sin hacer absolutamente nada.
Nada de nada.
Simplemente mirando, viendo el mismo paisaje minuto tras minuto, hora tras hora, persona tras persona. Ya sea viajando, en clase, en casa, donde sea... Me encanta.
Y sí, soy consciente. Hacer esto no sirve de nada en absoluto. No tiene ningún propósito, ningún fin. No está diseñado con el objetivo de lograr algo, de alcanzar algo. Simplemente, disfrutar del paisaje.
No puedo evitar recrearme en mis pensamientos mientras observo ensimismado la ventana, cuestiones que cualquier humano habrá podido tener en algún momento de su vida. Reflexiono sobre el amor, los estudios, el trabajo, el dinero, la vida....
La vida....
La vida es lo que pasa mientras miro por la ventana, y contemplo y razono y pienso y disfruto, sin ningún objetivo, sin ninguna razón en particular. Supongo que contemplar la ventana es un fin en sí mismo.
Para mí, la vida es eso. Una ventana.
Nada de nada.
Simplemente mirando, viendo el mismo paisaje minuto tras minuto, hora tras hora, persona tras persona. Ya sea viajando, en clase, en casa, donde sea... Me encanta.
Y sí, soy consciente. Hacer esto no sirve de nada en absoluto. No tiene ningún propósito, ningún fin. No está diseñado con el objetivo de lograr algo, de alcanzar algo. Simplemente, disfrutar del paisaje.
No puedo evitar recrearme en mis pensamientos mientras observo ensimismado la ventana, cuestiones que cualquier humano habrá podido tener en algún momento de su vida. Reflexiono sobre el amor, los estudios, el trabajo, el dinero, la vida....
La vida....
La vida es lo que pasa mientras miro por la ventana, y contemplo y razono y pienso y disfruto, sin ningún objetivo, sin ninguna razón en particular. Supongo que contemplar la ventana es un fin en sí mismo.
Para mí, la vida es eso. Una ventana.
sábado, 30 de enero de 2016
糞 - Kuso
Este relato está dedicado a todas las personas que, en algún momento de su vida, se han desesperado por no saber o no poder lograr algo, sin saber que el tiempo es demasiado... caprichoso y peculiar.
糞. Sí, es japonés. Sí, lo he tenido que mirar en el traductor de Google. Pero dejemos el ¿kanji? a un lado.
‘Kusso’ fue lo que un amigo mio, hace ya 10 años, me dijo en un horrible japonés mientras hablábamos de los dibujos animados (ahora los llamaríamos anime) que echaban por la tele. Probablemente, Beyblade. Qué tiempos aquellos…
Al parecer, se la había enseñado su prima, la primera “otaku” que yo conocí en mi vida, y a quien debo el descubrimiento de uno de mis videojuegos favoritos, Ace Attorney. Hubo un tiempo en el que la veía casi cada día, y ya hace por lo menos 7 años que no la he vuelto a ver. Mariana, un saludo.
El caso es que, pese a mis insistencias, mi amigo no quiso decirme qué significaba. Parecía usarla como insulto, pero cuando yo se la decía a él, me respondía con “Muchas Gracias”, y yo no entendía absolutamente nada.
Pasaron los años, concretamente 6, y mientras subía la cuesta para practicar tenis, uno de mis compañeros me comentó lo siguiente, sin yo prestarle mucho caso.
-Oye, ¿has visto alguna vez la serie de Bakugan? La de los bichos con bolas y tal. ¿Sabes que el prota, Dan Kuso, en japonés quiere decir bola de mierda? ¿A que es bastante gracioso?
Mi mente empezó a dar vueltas y me transportó a aquel jardín, a aquel momento, a aquella conversación. Lo que alguien no me quiso explicar, otra persona, casualmente, me lo dejó caer.
Kuso significa mierda.
Pues vaya.
糞. Sí, es japonés. Sí, lo he tenido que mirar en el traductor de Google. Pero dejemos el ¿kanji? a un lado.
‘Kusso’ fue lo que un amigo mio, hace ya 10 años, me dijo en un horrible japonés mientras hablábamos de los dibujos animados (ahora los llamaríamos anime) que echaban por la tele. Probablemente, Beyblade. Qué tiempos aquellos…
Al parecer, se la había enseñado su prima, la primera “otaku” que yo conocí en mi vida, y a quien debo el descubrimiento de uno de mis videojuegos favoritos, Ace Attorney. Hubo un tiempo en el que la veía casi cada día, y ya hace por lo menos 7 años que no la he vuelto a ver. Mariana, un saludo.
El caso es que, pese a mis insistencias, mi amigo no quiso decirme qué significaba. Parecía usarla como insulto, pero cuando yo se la decía a él, me respondía con “Muchas Gracias”, y yo no entendía absolutamente nada.
Pasaron los años, concretamente 6, y mientras subía la cuesta para practicar tenis, uno de mis compañeros me comentó lo siguiente, sin yo prestarle mucho caso.
-Oye, ¿has visto alguna vez la serie de Bakugan? La de los bichos con bolas y tal. ¿Sabes que el prota, Dan Kuso, en japonés quiere decir bola de mierda? ¿A que es bastante gracioso?
Mi mente empezó a dar vueltas y me transportó a aquel jardín, a aquel momento, a aquella conversación. Lo que alguien no me quiso explicar, otra persona, casualmente, me lo dejó caer.
Kuso significa mierda.
Pues vaya.
miércoles, 27 de enero de 2016
Elecciones
¿Alguna vez habéis tenido que tomar una decisión muy
importante? Sí, sabéis de cuales os hablo. Suelen ser decisiones de dos únicas
respuestas, A o B. Notáis cómo todo se detiene a vuestro alrededor y el mundo
comienza a girar, a disponerse y prepararse para adecuarse a la opción que
escojas.
Tomar la A, elegir la B. ¿Irnos por el camino de la B?
¿Dirigirnos a la A? ¿Ninguna? ¿Hay una opción C? ¿Estáis seguros que puedo
elegir? ¿Yo? Pero si no tengo ni idea de nada…
Seguro que alguna vez os habéis visto en esta tesitura. No
saber cuál es la mejor hasta que ya es demasiado tarde: después de abrir una
puerta y hacer que la otra se cierre para siempre.
Yo solo recuerdo dos decisiones que hayan cambiado mi vida
de manera significativa. Lo peor de todo es que la segunda no la elegí yo, tuve
que comerme con patatas el camino que otra persona había escogido.
¿Y cuál fue aquella primera decisión que tomé?
“¿Quieres hacer tercero?”
No creo que sea el momento para explicarla, pero añadiré un
pequeño apunte. En su momento dije que no me arrepiento de ninguna acción que
yo haya tomado. Ni siquiera el decir “Vale” en aquel momento.
Curiosamente, de lo que me arrepiento es de lo que
escogieron por mí. Y es que incluso cuando no eliges, es una elección en sí
misma.
lunes, 18 de enero de 2016
El placer de las cosas pequeñas
Inciso, corto, breve.
Cual raja de hábil cirujano.
Preciso, frío, calculado.
Cual tiro certero a portería.
Dos, uno, cero.
El tiempo que nos separa de una explosión.
En tres palabras o menos.
Porque lo bueno, si breve...
Por eso yo prefiero nombrar mis relatos con el mínimo número de palabras posibles.
Reducirlo todo a la mínima expresión.
Como aquellos momentos breves, carentes de sentido y finalidad, pero geniales y disfrutables en su totalidad.
lunes, 4 de enero de 2016
Ficción
Ficción:
- f. Acción y efecto de fingir.
- f. Invención, cosa fingida.
- f. Clase de obras literarias o cinematográficas, generalmente narrativas, que tratan de sucesos y personajes imaginarios.
Alabada sea la RAE, fuente de uniones y disputas por toda
España, intentando averiguar quién tiene razón y quién no. En una cosa estamos
todos de acuerdo: ‘asín’ no se hacen las cosas.
Sucesos, personajes imaginarios, que no existen. Inventados.
Seguro que más de una vez habéis reído, os habéis enfadado o incluso habéis
llorado con estas ficciones. ¿Qué hay de malo en ello? Solo es un relato, un
divertimento momentáneo. Pues os quiero contar una historia.
Conozco a una persona, como seguro que vosotros también, que
un día, mientras leía un libro, empezó a llorar. No conozco el título del
mismo, pero seguro que vosotros tenéis en vuestra colección alguno de ese
estilo.
Su madre entró en la habitación y, al verla llorando,
preguntó: “¿qué te pasa?”, a lo que respondió “Que esta historia es muy bonita,
pero también muy triste”. A la madre casi le da un ataque de risa.
“Pero, ¿cómo puedes llorar por algo que no existe, que no es
real?” preguntó la madre ante el desconcierto de su hija.
“¿Cómo puedes decir que no son reales? ¿Es que las
sensaciones que tengo yo ahora son de mentira, las finjo? ¿Es que esas
personas, por muy inexistentes que sean no están presentes en la vida de mucha
gente que se ve influenciada por sus acciones? ¿O es que su autor es un vil
malvado capaz de escribir estas cosas con la única intención de mentirnos, de
engañarnos?”
La madre se quedó desconcertada, sin saber qué decir.
Ficción, acción y efecto de fingir. Invención, cosa fingida.
Será ficción lo que leo, pero no finjo lo que siento.
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