-Una gota que cae en un
lago sin ser observada, ¿suena?
Una extraña pregunta,
quizá. Pero no única ni excepcional. Tan solo una reformulación de otra cita
más famosa, presentado antes, alguna parte.
-Cada día que pasa, ¿te
aproximas más a tu yo real, o son estos cambios propios de un ente a la deriva?
Algo gotea, pero ello no
perturba a la chica, que mira impasible la escena.
-Hogar, dulce hogar.
¿Pero qué sucede si prefiero lo salado? O incluso peor, ¿qué ocurre si soy
alérgica al azúcar?
Los calcetines que lleva
puestos, blancos impolutos no hace tanto tiempo atrás, ahora son rosados. La
chica mira hacia el suelo. ¿Desdén, furia, indiferencia, tranquilidad? Nadie
sería capaz de definir el rostro que blande la adolescente.
-¿En qué momento dejaste
de ser como te recordaba? ¿O siempre lo fuiste y mi inocencia no me permitió
darme cuenta?
Cualquiera se preocuparía
por el ruido que actualmente intenta entrar por la ventana. Pero ella dejó de escuchar
hace mucho tiempo. No tenía sentido hacerlo. No había nada que mereciera la
pena oír.
-¿Sabe la basura que es
basura? ¿Tiene en su ADN el gen de la basura? ¿Puede la basura aspirar a más, o
será siempre basura?
Recuerdos de un tiempo
extinto afloran en la memoria de la chica. Recuerdos felices con su padre, al
que quería con toda su alma, incluso después de que se separase de su madre.
Por alguna extraña razón, a Mía se le escapa una lágrima. No lo entiende. No
debería.
Alguien abre la puerta de la cocina. Al entrar, ve
a una chica ensangrentada, que porta un cuchillo.
-¿Qué es la justicia? ¿Es
lo que tenemos ahora? ¿O está tan distorsionada que no podemos hacer nada por lograrla?
¿Es un deseo vano luchar por conseguirla? ¿Qué he hecho mal para recibir este
castigo injusto?
En cualquier caso… Mía
muere. Fin. Se acabó. No tiene sentido prolongar esta historia. ¿Qué más dá?
Esto es una mierda. Nadie va a querer leer esto. ¿Una chica loca? A nadie le
interesan esas mierdas qué más da lo que le suceda. Que se joda. TOMA POR CULO.
Todos sabemos que la historia
de Mía no acaba de ninguna de las dos formas. Solo espero que nunca tengas que
ver esta historia en la vida real. En el caso de que sí, espero que la tuya
tenga un final feliz, sea lo que sea eso.
Mía sonrió al horizonte,
viendo un mundo de posibilidades a su alrededor. Quizás lo que había hecho no
estaba bien. No, no quizás. Seguro. Pero no sentía miedo. Ya no. No había nada
que temer ni que lamentar. Por primera vez en muchos años, algo que podía ser
definido apareció en su rostro.
Una sonrisa blanca y
sincera.