Estábamos sentados en un
banco, cerca de la playa, mientras oíamos las olas romper. El aroma a sal con
el que había crecido me recordaba a mi infancia, y el frío de esta época a mi
cumpleaños. Estábamos cogidos de la mano mientras ignorábamos por completo la
temperatura que hacía a nuestro alrededor.
-¿Y desde cuándo
escribes? – me preguntó la chica que se sentaba a mi lado.
-Desde que tenía 8 años.
Hacía pequeños comics con Kirby e iba contando varias historias según me iba
apeteciendo. Creo que completé como cinco o seis libretas. ¡Se me fue la pinza
mucho! – comento, mientras suelto una divertida carcajada.
En esos comics, escribía de todo un poco. Desde
parodias o imitaciones de cosas que había visto a ideas propias sobre cosas que
me gustaban. Todo con un estilo desenfadado y con la intensidad emo de un
chaval de 10 años que escribía como buenamente podía. Aunque lo peor eran los
dibujos, simples a más no poder, pero efectivos a la hora de contar la
historia.
-¿Te han dicho alguna vez
que tu risa es maravillosa? – me preguntó sonriendo la chica.
-No, la verdad es que no.
¿De verdad te lo parece? – le respondo algo sonrojado a la chica.
- Sí, mucho. Oye, ¿y
cuándo empezaste con los relatos?
-Pues… creo que antes de
empezar bachillerato, en cuarto de ESO. Aunque ya había intentado escribir algo
antes, fue entonces cuando empecé a dedicarle tiempo a contar historias. Me
alegra saber que te gustan. – le expliqué, con una sonrisa que no me cabía en
la cara.
-Tienes un estilo único.
¡Espero que nunca lo pierdas!
Durante la ESO, e incluso un poco antes en primaria,
ya escribía cosillas en Word sobre ideas que me interesaban. Mi primer relato
completo es algo tan vergonzoso del que afortunada o desgraciadamente ya no guardo
copia. Uno de los escritos que realicé ganó un concurso en el colegio. Y hablando
de concursos, el segundo relato completo que hice (del que sí tengo copia a día
de hoy) me hizo ganar otro, lo que me permitió participar en un concurso de una
conocida marca de refrescos de cola. No pasé de la fase provincial, muy
seguramente porque el relato que presenté entonces era malo. O se me fue la
mano.
Entonces, me acurruqué en
el hombro de la chica, buscando encontrar un poco de calor en su cuerpo.
Cualquiera que hubiese visto mi cara hubiese pensado que tenía esa expresión de
bobalicón desde que nací, pero no me importaba en absoluto, pues me consideraba
muy feliz.
-Espero que tú también
tengas suerte en el mundo del arte. – le comentaba mientras buscaba el punto
donde me encontrase cómodo en su regazo.
Intenté escribir un libro sobre un par de
adolescentes que conseguían superpoderes y tenían que salvar el mundo y una
serie de cosas absurdas. Tenía pensado sacar siete libros siguiendo la
historia, y de hecho todavía conservo la primera mitad del primero. Sin embargo,
los amigos que formábamos los personajes nos distanciamos y dejé de verle
sentido a escribir algo que había dejado de existir. Acabo de caer en la ironía
del comentario, pues durante mucho tiempo escribí sobre un amor que ya no
estaba, con dios sabe qué intención. El de superarlo, supongo.
La chica se movió en el
asiento, dejándome entender que quería levantarse del mismo, y me adelanté a
ella de un salto.
-Por cierto, ¿has leído
el relato que te regalé? ¿Qué te pareció? – le pregunté curioso.
-Está muy bien. – respondió
algo fría. - ¿Te apetece que nos tomemos un batido? Podemos ir a la cafetería
del otro día. Todavía me tienes que contar aquella historia tan larga que no
daba tiempo a contarme por Skype… - me preguntó juguetona.
-Oh, ¿de verdad quieres
que te lo cuente? Bueno, vale. Pero luego no se admiten cambios ni
devoluciones. Quedas avisada… - le respondí pícaro.
También me resulta irónico cómo este episodio de
mi vida se parece a Florence. Es un videojuego para móviles, ¿lo conocéis? Os
recomiendo jugarlo. En ella la protagonista y su pareja se apoyan mutuamente en
sus aficiones, y aunque la relación termine los dos salen reforzados y siguen
su pasión hasta que pueden dedicarse a ello. Como yo, que empecé a escribir más
y más relatos después de que todo terminara. En la actualidad estoy escribiendo
un libro de misterio que me gustaría acabar algún día, protagonizado por un
joven llamado Rem. Os diría de dónde salió ese nombre, pero me temo que ella se
llevó la historia que lo narra.
Sí, se lo llevó un día como hoy, a esta hora,
sobre el nivel del mar.