A veces pienso. A veces razono sobre lo que pienso. A veces
hago cosas en función de lo que he razonado sobre mis pensamientos. A veces no
hago nada.
No recuerdo en qué estaba pensando, no recuerdo qué pasaba
en mi cabeza cuando un sonido a golpe seco me sacó de mis ensimismamientos.
Volví a la realidad que acostumbro a evadir, sobresaltado,
mientras contemplaba pasar varios olivos por la ventana, aquellos que veía
todos los días de camino a la facultad.
Varias personas se asomaban desde sus asientos a la zona baja
del autobús, comprobando una situación que se me escapaba, debido a que me
impedían ver.
“¿Has visto eso? Pa’ habernos matao”
“¿Estará bien? ¿Qué le ha pasado?”
“¿Es necesario que pare, o que llame a una ambulancia?” oí
decir al conductor.
Mientras intentaba organizar y procesar la información que
me llegaba, no pude evitar iniciar un peculiar hilo de pensamiento. ¿No os
habéis preguntado nunca por qué a veces las cosas, por muy al borde del abismo
que estén, nunca se caen?
No importa lo que pase, no importa lo que ocurra, no caen.
Tienes que tirarlas tú, ser el responsable de desencadenar la acción. Es como
en un videojuego, esperando a que pulses una tecla para que salte tu personaje.
Cuando conseguí que se apartaran de mi campo de visión, la
vi.
Una joven yacía inmóvil en mitad del pasillo del autobús.
“Pero, ¿qué te crees que eres, un médico?” oí increpar a un
niño que había estado moviéndose continuamente de una punta del vehículo a la
otra.
‘¿Hay algún médico en la sala?’ una frase que todo el mundo
habrá oído decir, seguramente en una ficción, se me pasó por la cabeza. Pero
mis imágenes no eran de actores interpretando, sino una escena mucho más real,
más vívida.
Un monaguillo desmayándose en mitad de la homilía, una chica
que se desplomaba durante una prueba de resistencia en educación física, y
ahora una joven que perdía el conocimiento en el autobús.
Sin embargo, a veces surgen cosas de improvisto, que pueden
hacer que cambie tu percepción de la realidad. Nunca tirarán las cosas por ti,
pero a veces te ayudarán a darte cuenta que no todo es tan complicado o tan
difícil como te puedes plantear.
O eso me digo, una y otra vez, con tal de convencerme de
algo que ni siquiera yo sé con certeza.
Resulta que sí que había un médico en la sala. Dicen que la
ficción no podrá superar jamás a la realidad, pero esto me parece a mí un muy
manido cliché.
Esperad... ¿puede considerarse algo que sucede en la vida
real un cliché?
Si es así… Soy un cliché con patas repitiendo todos los tópicos
de un adolescente enamorado. Supongo.